Jordi Joan Baños escribió el pasado año para la Vanguardia este artículo que enlazo, que me ha parecido conveniente rescatar en estas fechas tan importantes para la Cristiandad:
https://www.lavanguardia.com/internacional/20210306/6264578/asi-perdio-oriente-cristianos.html
Es indudable que la invasión liderada por Estados Unidos y el Reino Unido en Iraq ha llevado a la expulsión de los cristianos del país. Si la guerra en Siria hubiera sido ganada por los llamados yihadistas moderados, el mismo resultado habría ocurrido a una mayor escala. Los datos son alarmantes. Antes de la invasión, había 1.5 millones de cristianos en Iraq, lo que representaba el 5.5% de la población.
Ahora, solo quedan 200,000, menos del 1%. Incluso estos han sufrido, ya que la mitad son desplazados internos, muchos de ellos refugiados en el Kurdistán protegido por los peshmergas. Muchos de estos cristianos han empezado a abandonar el país con la esperanza de ir a Alemania o Canadá. Es cierto que algunos cristianos ya habían emigrado a fines de la década de 1950, pero la destrucción del Estado iraquí en 2003 ha agravado la situación.
El Papa Francisco, recién llegado a Iraq, hizo un discurso en el que abogó por el fin de los intereses ajenos a la población local y mostró su preocupación por la corrupción y el abuso de poder. Muchos iraquíes han salido a la calle en protesta durante meses, hasta que el ataque con un dron de Estados Unidos contra el general Soleimani cambió el enfoque de la indignación y la pandemia obligó a todos a quedarse en casa.
Hoy, el Papa tiene un encuentro simbólicamente importante con Ali al Sistani, el gran ayatolá que raramente recibe a visitas, en la ciudad sagrada chií de Najaf. Aunque Sistani es de origen iraní, promueve una separación entre la fe y el Estado, lo que no ocurre en Irán. La visita del Papa a Najaf, de alguna manera, señala a esta ciudad como el Vaticano chií en oposición a Qom en el vecino Irán.
El Papa Francisco ha declarado que no cancelaría su visita a Iraq, ya que no quería decepcionar de nuevo a un pueblo que ya había sufrido una cancelación anterior. Juan Pablo II se vio obligado a retractarse debido a problemas de seguridad. El Papa polaco tenía previsto celebrar una misa para 100,000 creyentes, mientras que la soledad protegida de Francisco muestra de manera evidente el empeoramiento de la situación. Hoy en día es impensable que el ministro de Asuntos Exteriores sea un cristiano caldeo como lo fue Tarik Aziz en el régimen de Saddam Hussein.
La reunión del Papa Francisco con Al Sistani replica la que tuvo hace dos años con el gran imán de la Universidad de Al Azhar, Ahmed al Tayeb, un referente teológico del sunismo en El Cairo. Sin embargo, esta vez no habrá una declaración conjunta.
Es importante señalar que para el salafismo yihadista, una perversión del sunismo que ha llevado a cabo ataques en Europa con cierta regularidad, los chiíes son casi peores que los cristianos, ya que son considerados “herejes”. Este ha sido el motivo detrás de la destrucción fanática de gran parte de Siria e Iraq y muchos de los ataques más terribles en mezquitas chiíes, incluso en Kabul y Quetta. Sin el esfuerzo militar chií, ya sea en el ejército regular o en las milicias, la derrota del Estado Islámico habría tardado demasiado en llegar para muchos. La visita a Al Sistani también es una forma de reconocer el sufrimiento compartido.
Sin embargo, las relaciones no siempre han sido buenas. Durante el régimen dictatorial de Saddam Hussein, en el que los árabes suníes (un 6% de Iraq) tenían el control del país, las diferentes confesiones cristianas se apoyaron en su paraguas protector frente a la mayoría. Esta aritmética también se aplica a los cristianos en Siria, donde el poder está en manos de otra minoría, los alauíes.
Cuando Saddam Hussein fue depuesto, muchos chiíes y kurdos que habían sido perseguidos durante su dictadura tenían una mala opinión de los cristianos. La mitad de estos cristianos vivían en Bagdad y se convirtieron en objetivo de secuestros de manera desproporcionada. El sectarismo que Saddam había mantenido en secreto se desbocó y causó la muerte de muchos y la expulsión de muchos más. Entre 2004 y 2008 hubo 30 ataques contra iglesias. Lo peor aún estaba por venir con el Estado Islámico y sus banderas negras de excelente diseño y sus impecables Toyota.
Cuando el Estado Islámico convirtió la ciudad de Mosul en la capital de su califato psicópata, muchos cristianos de esta región fueron delatados por sus vecinos suníes. A los cristianos de la ciudad (que anteriormente sumaban 45,000) se les dio a elegir entre convertirse al Islam, pagar un impuesto discriminatorio, ser expulsados o morir por la espada. Hoy en día, todos los cristianos de Mosul, que el Papa Francisco visitará brevemente, caben en un autobús.
También visitará la cercana Qaragosh, donde la iglesia quemada por los yihadistas ha sido restaurada y la mitad de los fieles han vuelto. En esta región, había 30 monasterios en actividad. Sus habitantes son siriacos y hablan el arameo de Jesús. Sin embargo, dos de cada tres cristianos iraquíes pertenecen a la iglesia caldea, que se vinculó a Roma hace más de cuatro siglos.
Antes de la invasión, había 1.5 millones de cristianos en Iraq, lo que representaba el 5.5% de la población. Ahora, solo quedan 200,000, menos del 1%. El Papa ha dirigido palabras a ellos, independientemente de si están bajo la tutela de Roma, y también a los yazidíes, la minoría religiosa kurda dividida en castas y adoradora del ángel caído, que ha sufrido incluso más que los cristianos a manos de los yihadistas.