Decía Platón, fundador de la Academia de Atenas y uno de los filósofos más importantes de la Edad Antigua, que la burla y el ridículo son, entre todas las injurias, las que menos se perdonan.
¿Pero qué pasa cuando es uno el que se ridiculiza a sí mismo? Se puede hacer por dos razones.
La primera, para ponerte una coraza antes de que se rían de ti los demás dando a entender que no te afecta.
La segunda, para hacer humor. Incluso es una categoría propia, el humor autodegradante.
De unos años a esta parte, se habla mucho de los efectos del ser humano sobre el medio ambiente. Primero nos hablaron de una glaciación, posteriormente de la capa de ozono, después del calentamiento global y actualmente del cambio climático. En esta categoría entra cualquier cosa.
¿Hace calor en verano? Cambio climático. ¿Hace frío? El cambio. ¿Nieva en invierno? Idem. ¿El invierno es suave? Más de lo mismo.
Y todo esto ha creado una alarma, una histeria, alimentada por los medios y políticos, así como numerosos eventos en los que niños y famosetes caídos en desgracia nos sermonean sobre lo peligroso que es que los currantes vayamos a trabajar en coche.
Sin entrar en que quienes nos regañan usen aviones privados, motos de agua y yates, o que estos eventos sean patrocinados por las empresas energéticas que recibirán las subvenciones para la transición ecológica, está claro que hay un bombardeo mediático sobre el tema.
No es difícil pensar que en esta tesitura, muchos crean que deben hacer algo. ¿Qué hacen? El ridículo.
Vamos con un ejemplo:
¿Por qué esto es grotesco? Porque resulta extraño. ¿Por qué resulta extraño? Porque no estamos acostumbrados a ver este tipo de cosas, y porque son un grupo de niñatos privilegiados manchando algo que un pobre currela tendrá que limpiar después.
Es el mundo que nos ha tocado vivir, ecologistas que no saben de ecología y economistas que no saben de economía dirigiendo nuestros paises.
Y aquí corremos el riesgo al pensar que estamos ante algo nuevo, pero no.
Artículo del Español:
Vamos a por otro esperpento reciente, el ataque a los girasoles de Van Goth:
Esto es un acto de vandalismo, pero en la cabeza de ellas no, y es que a veces uno hace el ridículo sin ser consciente de ello. La idea era hacer una performance, a través del cual visibilizar un problema social. Lo que consiguen es generar rechazo, rabia e incluso risa, porque el cuadro estaba acristalado.
Pero es que si algo contribuye a que este adefesio sea más risible, es el hecho de que tampoco es novedoso. Lo que sí es, nuevamente, es fascista.
Voy a hablaros del futurismo.
El futurismo es una vanguardia italiana que buscaba romper con la tradición y el pasado a través de la agresividad. Decían que no puede haber belleza sin lucha y aclamaban la guerra como única higiene del mundo. No dudaban en vandalizar obras de artistas anteriores porque consideraban que destrozarlas era una performance artística en sí.
Y aunque pueda resultar sorprendente, esta era la vanguardia del fascismo y una de las que lo originó.
Cuando yo he hecho el ridículo, me he sentido avergonzado. Muchas veces he sido consciente de que lo hice al cabo de los años, y probablemente estas personas en un futuro sientan pena por lo que están haciendo.
Pero esto no es sólo culpa de ellos. Las empresas energéticas que aspiran a las subvenciones (a pesar de que las renovables requieren de los ciclos combinados en los que se quema gas), los políticos que acaban en las directivas de estas empresas vía puertas giratorias y los medios de desinformación tienen mucho que ver.
En todos estos casos, se reclama que Europa realice una transición ecológica sin importar que la luz sea cada vez más cara por estas políticas o que suponga el fin de nuestra industria.
La realidad es la siguiente, en el top 5 de países que más contaminan no hay ninguno de la Unión Europea:

Pero incluso si desglosamos la contaminación por habitante vemos lo siguiente:

Nuevamente no hay ningún país de la Unión en el top cinco.
Es triste hacer el ridículo, pero más triste es hacerlo para que otros se enriquezcan a tu costa.